Fuente: https://www.eldiestro.es/2022/10/la-tierra-en-la-silla-electrica-3-la-gripe/
Autor: Galo Dabouza
Dedicado al Dr. José Luis Sevillano, a Ricardo Delgado de la Quinta Columna y a los incomprendidos enfermos de electro hipersensibilidad EHS.
Decíamos ayer… que las epidemias de gripe de 1557 y de 1727 coincidieron con períodos de mucha actividad solar y su extensión fue infinitamente más rápida que el medio de locomoción más rápido de la época, el caballo al galope.
En 1837 se patentó el telégrafo eléctrico de Samuel Morse, y desde entonces el Sol ya no es indispensable para producir grandes epidemias. El ser humano se apaña solo.
A los 13 años de patentarse el telégrafo, la inmensa mayoría de los telegrafistas sufren de extrañas dolencias nunca antes conocidas, denominadas por los médicos como “calambre del telegrafista” o “enfermedad telegráfica”. Incluye insuficiencia respiratoria, taquicardia, mareos, insomnio, cefaleas, agotamiento, depresión, irritabilidad, amnesia y otros síntomas. Muchos casos acaban en locura. La medicina llega al consenso de denominarlo “neurastenia”, y lo clasifica como una enfermedad neurológica con base física.
Casualmente, los tendidos telegráficos siguen las vías del tren, y esas enfermedades extrañas se apoderan también de los ferroviarios.
En 1880 comienza la era de la electrificación, y en 1889 comienza una pandemia de gripe que duraría 5 años. Pero esta gripe no se parece a las anteriores. Los médicos están desconcertados. Hasta entonces, las gripes eran olas muy esporádicas y pasajeras. La mayoría de humanos, incluso los más longevos, morían sin conocerla. Desde 1889 vuelve puntualmente todos los años. Llega unas semanas, y desaparece hasta el año siguiente. Hasta hoy, nadie sabe por qué.
Desde 1896, Marconi y otros inventores desarrollan las radiocomunicaciones sin hilos. Casualmente, el propio Marconi sufre desde muy pronto fiebres que lo acompañarán toda su vida.
En pocos años la radio se extiende por el mundo, con un impulso adicional en la Primera Guerra Mundial. El hito definitivo llega en 1917, con la entrada de EEUU en la guerra. Para mantener comunicaciones entre América y las tropas desplazadas a Europa, se establece una gigantesca red de equipos de radio de potencias nunca antes vistas.
A principios de 1918, en una escuela de radio militar de EEUU, surge una enfermedad nueva, que pasará a la historia como la “gripe española” (1). Afecta casi exclusivamente a adultos jóvenes y sanos, y los síntomas incluyen, entre otros, fiebre, fatiga, diarrea y, a causa de un problema grave de coagulación, hemorragias generalizadas. Estas últimas son las que causan más muertes, a veces fulminantes, y casualmente coinciden con algunas patologías registradas como causadas por la electricidad en los 150 años anteriores.
En pocos días, a una velocidad imposible para el ser humano de la época, repitiendo el patrón de 1557 y 1727, la gripe se extiende por América y Europa, llevándose por delante a decenas de millones de víctimas. “La enfermedad se propaga a más velocidad que las personas” dijo el médico militar George A. Soper. Otro milagro del “contagio”.
En 2008 se publicó un informe, firmado entre otros por el incalificable Anthony Fauci, según el cual, más de la mitad de los muertos no lo fueron por la gripe española, sino por neumonía bacteriana, que muchos achacan a las mascarillas que se utilizaron para “protegerse”. (2) Evidentemente inútiles, porque, como hemos visto, no era una enfermedad respiratoria, sino circulatoria.
En Boston, en 1918, se hicieron varios experimentos para comprobar el grado y modo de contagio de la gripe. Primero se hicieron con caballos. A pesar de variados y múltiples intentos, ni uno sólo llegó a enfermar.
Luego se ensayó con centenares de voluntarios humanos. Primero se les transfirieron mucosas de enfermos, mezcladas con suero salino, a sus fosas nasales y garganta. Después se hizo lo mismo con mucosa pura. Luego se transfundió sangre de los enfermos a los voluntarios. Finalmente se mantuvo próximos, a menos de medio metro, enfermos y sanos, durante varias horas, tosiendo y respirando los enfermos en la cara de los voluntarios.
Ninguno de los voluntarios enfermó, pero la gripe se sigue considerando enfermedad muy contagiosa. Si Descartes levanta la cabeza se lía a palos con estos nuevos “científicos”.
Aparte de la sempiterna gripe estacional, volvieron epidemias extraordinarias de gripe “contagiosa” en 1957, 1968, 2009 y 2020, pero eso es otra historia, y será contada en otro momento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario