Está sucediendo en el este de Estados Unidos. Centenares de aves muertas han aparecido recientemente desperdigadas en el suelo de los poblados, sin razón aparente. Las autoridades locales han advertido sobre una posible enfermedad letal, que les afecta sin importar su procedencia, especie, ni condición física.
Los informes más recientes aseguran que ésta podría ser la epidemia aviar más dura en los últimos años. Estorninos, arrendajos, zarcillos. Los cadáveres de distintas especies se apilan sin vida en la costa este de Estados Unidos, víctimas de una enfermedad todavía no identificada que no lograron superar. Científicos de esta región no han logrado ponerse de acuerdo en cómo proceder, ni siquiera en el diagnóstico que conecta todas estas muertes.
Entre las enfermedades que se han considerado como las posibles causantes de tantas pérdidas están la salmonela y clamidia. Sin embargo, aún no existe evidencia fehaciente que indique que alguna de estas infecciones origina las tasas elevadas de mortalidad de aves en el país.
La frustración con respecto a las aves muertas se sigue elevando entre grupos de ambientalistas, conservacionistas y veterinarios por igual. Los primeros casos se detectaron en Virginia. Poco tiempo después en Washington, D.C. Fue en mayo de este año que se registraron en Maryland. Hoy, se ha extendido en Kentucky y Delaware, sin un diagnóstico contundente. A falta de pruebas concluyentes, los científicos han decidido evitar especulaciones. Decenas de voluntarios se están movilizando para identificar las causas de esta problemática.
Según las investigaciones más recientes, los pájaros que perdieron la vida se vieron cegados por un velo blancuzco sobre los párpados. De esta manera, se sintieron desorientadas. Con un sentimiento de pesadez, se vieron imposibilitadas para volar.
Con estos antecedentes, los científicos a cargo del estudio sugieren que podría tratarse de una infección que afecta directamente al cerebro cuando son todavía jóvenes. Esta enfermedad se apodera nivel neurológico de las víctimas, dejándoles pocos días de vida. Chelsea Jones, portavoz de la Liga de Bienestar Animal de Arlington, destacó lo siguiente a Live Science con respecto a las aves muertas: «En mayo, empezamos a darnos cuenta de que estaba pasando algo inusual», explicó la experta. «Hemos recibido 300 aves hasta ahora, pero eso es sólo contar los ejemplares fallecidos; el total real es mucho mayor».
Las víctimas fueron transportadas al Departamento de Recursos de Vida Silvestre de Virginia (DWR) para continuar con las investigaciones. A falta de respuestas, la institución está colaborando hoy con el Servicio Geológico de EE.UU. (USGS). Con su red de laboratorios, las autoridades estadounidenses esperan encontrar una respuesta para empezar a tratar la enfermedad pronto. Hasta ahora, los hallazgos sólo han sido inconsistentes.
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