martes, 19 de noviembre de 2024

Lo que nos ocultan

 En este programa, Pilar Esquinas, abogada y luchadora por los derechos del agua, nos desvela junto con José Manuel Sanz lo que no nos han querido contar sobre la apertura y destrucción de presas, entre otros muchos temas relacionados con la tragedia de las inundaciones que han asolado a la Comunidad Valenciana. No nos olvidamos de todos los afectados por este drama. Seguimos a su lado.

lunes, 18 de noviembre de 2024

¿Para qué arrasaron Valencia? ¿La destruyeron para reconstruirla a su medida? Algunas claves sobre la catástrofe y sus puntos de unión

 ¿Para qué arrasaron Valencia? ¿La destruyeron para reconstruirla a su medida? Algunas claves sobre la catástrofe y sus puntos de unión

Fuente: https://www.alertadigital.com/2024/11/14/para-que-arrasaron-valencia-la-destruyeron-para-reconstruirla-a-su-medida-algunas-claves-sobre-la-catastrofe-y-sus-puntos-de-union/

Autor: Magdalena del Amo*

Encubierto en el escenario ancestral de la gota fría, unos setenta municipios de la comunidad valenciana quedaron arrasados. La furia del agua destruyó casas, árboles, automóviles y todo lo que encontró a su paso. Es la idea circular del momento y no es para menos. Se habla y se habla, pero ni mentar lo realmente importante. Se miente deliberadamente sobre las causas, y ni una palabra sobre geoingeniería, sobre el control de las tormentas, la actividad de los radares y lo que es más importante en este caso: el por qué y el para qué. Son preguntas claves para resolver el misterio.

¿Para qué necesitaban arrasar todo el territorio anexo a la ciudad: las barracas, las alquerías, los árboles frutales y los animales? Y, sobre todo, las personas que aún permanecen entre el barro y los escombros, sin un entierro digno. Unos porque no saben y otros porque no quieren, lo cierto es que nadie se atreve a hincarle el diente a este tema tan peliagudo y prohibido. ¡Y así se escribe la historia!

Pero esto no es una catástrofe más, un atentado terrorista de falsa bandera, a los que nos tienen acostumbrados, y que podría haberse producido en cualquier otro lugar. No, estaba escrito que tenía que ser Valencia. Por varias razones que vamos a ir analizando, haciendo uso de algunos ejemplos.

Lo de Valencia es una especie de “plan de ordenación”, al estilo de los que diseñan los técnicos de los Ayuntamientos, con la salvedad de que estos son para mejoría de los ciudadanos, aunque siempre haya algunos perjudicados. Estos proyectos derriban hileras de casas para convertir calles en avenidas, bulevares o zonas verdes. Los planes hidrológicos han engullido pueblos, fuentes termales y patrimonio histórico; y conozco personas cuyos abuelos enfermaron al perder su casa y huertas; por no hablar de las autopistas, que también arrasan para trazar en línea recta.

Pero estos cambios, que tantos disgustos han causado, suelen ir acompañados de una información previa, de un dinero por expropiación, y después, en el caso de los municipios, de una fase de exposición pública y un periodo de alegaciones. Lo de Valencia es un “plan de ordenación” a lo bestia, y asesino, caracterizado por la destrucción y la muerte. Los megalómanos sin alma no se andan con chiquitas y suelen cortar por lo sano. El dolor humano les trae sin cuidado.

La investigación sobre la catástrofe de Valencia nos lleva a conjeturas interesantes; y, aparte de algún confidente generoso que, de vez en cuando, nos puede filtrar información delicada, recordar la hemeroteca y analizarla puede iluminar el camino para unir puntos y contemplar el tablero.

Hace tiempo que hablamos de las ciudades de quince minutos, ese proyecto consistente en “reducir los desplazamientos e impulsar una vida basada en la hiper proximidad”, que facilite recorrer el lugar, que dispondrá de todos los servicios” en quince minutos a pie o en bicicleta, a fin de minimizar el impacto ambiental. Un proyecto goloso y comodón si no se analiza el verdadero fin, que no es otro que restringir libertades y tener a la gente concentrada, geolocalizada, confinada y sin escape, a merced de las emisiones de radiación electromagnética cuando el sistema lo considere, y demás etcéteras. Ya saben a qué me refiero: al síndrome de irradiación aguda y demás experimentos perversos, como la neuromodulación.

Smart cities

Smart cities

La letra pequeña de este invento estipula que, para salir de esta suerte de guetos, los ciudadanos deberán tener un salvoconducto expedido por la autoridad competente, y pagar una tasa. Y esto se sumará a la huella de carbono personal permitido. Todo esto es para cumplir con la nueva religión del clima; una de las grandes mentiras de nuestro tiempo. Lo de Valencia es una pieza de este puzle macabro. Es de locos, lo sé, pero es que quienes diseñan el mundo están locos de remate.

Paralelamente, coexiste el proyecto, aún mucho peor, de las “smart cities” (ciudades inteligentes) que, según definición “una smart city es aquella que utiliza el potencial de la tecnología de la información y la comunicación (TIC) para promover de manera más eficiente un desarrollo sostenible y mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos”. Son llamadas también ciudades 4.0 y pretenden disminuir la huella ecológica. Las tecnologías de la información y la comunicación serían “el eje vertebrador de las “smart cities”, ya que conectan todos los elementos, mejorando la eficiencia de los bienes y servicios y primando la transparencia de datos; es decir, el control total, hasta de nuestros pensamientos. Resumiendo, son espacios regidos y controlados por la Inteligencia Artificial. Destacan entre las ciudades inteligentes Zúrich, Lausana, Copenhague, Oslo, Camberra, y otras muchas.

Resaltan que no hay que confundir las ciudades inteligentes con las ciudades de quince minutos. Eso sí, todas estas innovaciones son por nuestro bien, para salvarnos. Y después de conocer cómo se mueve esta gentuza psicópata que promueve el “progreso”, es decir, la destrucción de todo lo bueno que hemos conseguido como civilización, como para creer algo que venga de ellos.

¿Y qué relación tiene todo esto con Valencia? Pues mucho, y esta es una de las claves. Y para ello, acudiremos a la bendita o maldita hemeroteca, según se mire: “Valencia se proyecta como un epicentro mundial de las futuras ciudades inteligentes. Así se ha demostrado en Future Innovation Cities, el evento organizado por Startup Valencia que ha reunido a los principales expertos mundiales en este ámbito”. Esto lo publica Startup y se refiere a un foro que tuvo lugar recientemente, en concreto los días 23 y 24 de octubre de 2024 en el edificio Veles e Vents “en el marco del programa paralelo de VDS2024”.

Destaca el redactado que es la primera vez que este evento tecnológico internacional de referencia “arranca con un foro especial sobre ciudades como parte de su programa paralelo”. En el evento participaron el secretario de Industria, Comercio y Consumo de la Generalidad valenciana, Felipe Carrasco; la concejala de Turismo, Innovación y Atracción de Inversiones, Paula Llobet, y Nacho Más, CEO de Startup Valencia.

Aparte de los citados, la reunión contó con lo más granado de la IA: Firas Mahmoud, experto en IA de Neom, una ciudad futurista que se está construyendo en Arabia Saudita; Sami Sahala, de Forum Virium Helsinki, un punto de referencia mundial y el mayor centro de innovación publica de Finlandia; Karl-Fillip Coenegrachts, experto en estrategias de ciudades y transformación digital y asesor de Open&Agile Smart Cities en Bélgica.

¿Para qué arrasaron Valencia? ¿La destruyeron para reconstruirla a su medida? Algunas claves sobre la catástrofe y sus puntos de unión

Fue muy significativa la presencia de la diputada por Estonia, Margot Roose, radical de la sostenibilidad, el multiculturalismo y la resiliencia, completamente alineada con el cambio climático, abortista, defensora del género y del universo woke. ¡Una joya! Lo cierto es que todos se mostraron completamente inmersos en la nueva realidad de la Inteligencia Artificial. Nada de lo anterior es rescatable.

A la vista de lo expuesto, no es de extrañar el siguiente titular: “¿Cuáles son las grandes empresas tecnológicas que se han instalado en Valencia?”, y que se diga claramente que los despidos masivos de Silicon Valley de empresas como Netflix, Twitter. Google o Facebook coincidan con la llegada a Valencia de empresas como Siemens, Hitachi, Toshiba, HP, Hyperion Group, Lufthansa, Aviatar e incluso la ONU.

Justifican el interés de estas empresas por Valencia el haber construido, a lo largo de diez años, un ecosistema dinámico, “haciendo coincidir los intereses de inversoras, aceleradoras, escuelas de negocio, universidades y demás piezas clave de dicho ecosistema”. Y hablan de futuro esperanzador y retorno exponencial.

El problema de estos centros de datos es el excesivo consumo de energía. “La Inteligencia Artificial y su voraz consumo atentan contra los objetivos climáticos”, rezaba un titular del Times del mes de julio. No hay suficiente energía, y aunque Bill Gates y otros aseguran que no será un problema, los propios implicados, como Microsoft temen no poder cumplir con el protocolo de emisiones. Los expertos apuntan a la inversión en plantas de energías renovables. Esta es otra de las claves para entender la catástrofe de Valencia.

Por eso andan como histéricos implantando granjas de paneles solares. Y en Valencia existen proyectos de planificación masiva de estas plantas de energías llamadas renovables. Es decir, había que destruir la zona para reconstruirla de acuerdo al nuevo modelo, según las necesidades dictatoriales actuales.

Desde hace tiempo se está impulsando a los agricultores a abandonar sus cultivos para instalar granjas de paneles solares. Hemos criticado que se provoquen sequías para hastiar a los campesinos y obligarlos a abandonar sus huertas para instalar estas granjas, que no producen ni naranjas ni patatas. En Valencia, repetimos, existen varios de estos proyectos. En Andalucía están expropiando grandes extensiones de olivares para construir megaplantas solares. Esto es un complot contra la humanidad y hay que denunciarlo.

¿Quién reconstruirá Valencia? ¡Qué pregunta! Hace unos días llegó a nosotros una información que, si bien no la hemos podido contrastar, nos inclinamos a darle veracidad: si non e vero e ben trovato. Es acerca de Palantir, una empresa tecnológica de proceso masivo de datos, especializada en el ámbito militar y policial que opera en España desde 2018.

En sus inicios ha recibido dinero de la CIA y tiene contratos con agencias gubernamentales y fuerzas de seguridad, como el Pentágono, la NSA (National Security Agency), que no hay que confundir con la NASA, o el FBI. Pertenece al imperio económico Black Rock y, según esta fuente, llevaría a cabo la reconstrucción de los destrozos del tsunami de Valencia. De ser así, no se dilataría en el tiempo, como está ocurriendo en la isla de La Palma, donde las víctimas del volcán siguen sin casa y sin recibir las ayudas prometidas. Pero sentaría las bases para un estado policial de control total. ¡Un espanto!

El foro Future Innovation Cities celebrado en Valencia.

El foro Future Innovation Cities celebrado en Valencia.

¿Qué pensar de todo esto?. Me gustaría que fuera una pesadilla de la que vamos a despertar, pero esto es real. Todo estaba programado. Necesitaban destruir Valencia para reconstruirla a su medida, crear las “smart cities” (ciudades inteligentes) y dar cobijo a las empresas tecnológicas, para lo cual necesitan la electricidad de las placas solares. Y para eso hace falta mucho espacio.

Por eso sobraban las barracas, las alquerías, los animales y las personas; y había que echarlas barranco abajo. Quizá desconozcamos datos y tengamos que hacer matices, pero estamos seguros de que la catástrofe de Valencia fue provocada artificial y deliberadamente. Descansen en paz los muertos y tengamos paz los vivos para vivir estas situaciones extremas. ¡No regalemos nuestro miedo a estos psicópatas que gobiernan el mundo desde la sombra infernal a la que pertenecen!

*Psicóloga, periodista y escritora

sábado, 16 de noviembre de 2024

FrankenSkies, el documental sobre la modificación del clima

 

FrankenSkieses un documental de 80 minutos sobre cambio social, realizado por el activista real Matt Landman. El documental profundiza en la historia de la modificación del clima y la evolución de las mentiras en nuestros cielos. La fumigación de aerosoles atmosféricos tóxicos alguna vez fue un tema marginal, pero ahora es discutida sólo entre aquellos lo suficientemente valientes como para abrir sus mentes y ojos al crimen traidor de envenenar nuestro aire.

Aunque en los últimos años, el concepto de geoingeniería como una supuesta solución al actual engaño del calentamiento global se ha propuesto públicamente y la corriente principal está normalizando estos crímenes a través de tácticas de manipulación de ingeniería social a través de los medios de comunicación.

Con una censura en aumento y una disonancia cognitiva cada vez mayor, exponer la agenda y despertar a las masas a la alguna vez "teoría de la conspiración de las estelas químicas" es más importante ahora que nunca. FrankenSkies es SU herramienta para llevar esta Verdad a sus amigos, familiares y compañeros, así que tenga el poder y la inspiración para hacerlo.

viernes, 15 de noviembre de 2024

Lo de Valencia ya empieza a apestar demasiado

 Ganadero revela lo que los medios callan de la DANA en Valencia por Iker Jiménez y Bonaire parking


Iker Jiménez en Horizonte, Bonaire - Vecina de Paiporta descubre crematorios improvisados por militares



miércoles, 13 de noviembre de 2024

Gota fría y cambio climático

 Gota fría y cambio climático

Fuente: https://www.fpcs.es/gota-fria-y-cambio-climatico/

Autor: Fernando del Pino Calvo-Sotelo

La estrategia de los promotores del fraude climático es siempre la misma: aprovechar sistemáticamente el impacto mediático de fenómenos meteorológicos extremos para ligarlos al calentamiento global. Desde su perverso punto de vista, cuanto mayor sea la tragedia que causan, más útiles resultan. En este sentido, que Sánchez haya afirmado en la enésima cumbre del clima que la catástrofe de Valencia es culpa del cambio climático no debe sorprender, pues de paso así se exculpa.

El cambio climático como chivo expiatorio
El primero en comprender el potencial propagandístico de los fenómenos meteorológicos extremos fue Al Gore tras el huracán Katrina, que devastó el sudeste de EEUU en 2005. Sacándose de la chistera una inventada relación entre el calentamiento global y un inexistente aumento en el número de huracanes, Gore no perdió el tiempo: en tan sólo nueve meses estrenaba su documental Una Verdad Incómoda, que instrumentalizaba sin pudor los 1.800 muertos y los ingentes daños materiales causados por Katrina.

Más tarde, el propio IPCC (AR5) aclararía que las afirmaciones de Gore eran engañosas: «Los datos muestran que no hay una tendencia significativa de la frecuencia de huracanes en el último siglo (…), y estudios más recientes indican que es improbable que el número de huracanes haya aumentado en los últimos 100 años en la cuenca noratlántica»[1]. Uno de los científicos contratados por el IPCC lo corroboró en un artículo publicado en el Wall Street Journal: «Mis investigaciones, citadas en un reciente informe del IPCC, concluyen que los huracanes no han aumentado en frecuencia o energía acumulada. Al contrario, mantienen una variabilidad natural año tras año. La prevalencia global de grandes huracanes (categoría 4 y 5) tampoco muestra un aumento significativo»[2].

Pues bien, con la misma desfachatez que Gore, algunos han aprovechado la tragedia de Valencia para hacer propaganda de la ideología climática. Esto incluye a políticos inescrupulosos, burócratas globalistas, periodistas indocumentados y sedicentes «expertos» que viven de ello. Para que se hagan una idea, uno de éstos, que se presenta como «experto en cambio climático» a pesar de ser un biólogo especializado en botánica —que no sabe nada de física atmosférica, oceanografía o clima—, ha visto en las imágenes de coches amontonados (dentro de los cuales muchas personas murieron) «una oportunidad histórica para prescindir de los coches»[3], como ha manifestado con total frialdad. Semejante fanatismo, veteado por la ideología comunista que profesan muchas de estas personas, es frecuente.

Los fenómenos meteorológicos extremos no han aumentado
¿Qué nos dice la famosa “ciencia”? En primer lugar, que «si nos atenemos al estado actual de conocimiento de la ciencia, ningún evento meteorológico concreto puede atribuirse al cambio climático inducido por el hombre», según afirmaba la Organización Meteorológica Mundial antes de politizarse[4]. Por lo tanto, atribuir al calentamiento global cada fenómeno meteorológico natural, de un signo y también del contrario (cuando llueve mucho y también cuando llueve poco), es engañar a la población.

Pero es que además las inundaciones a nivel global no han aumentado. Según el IPCC, «sigue sin haber evidencia (…) respecto al signo de la tendencia en la magnitud y frecuencia de las inundaciones a nivel global»[5]. En su último informe (AR6), el IPCC corrobora que «las afirmaciones generales que atribuyen cambios en la probabilidad o magnitud de las inundaciones al cambio climático antrópico merecen una baja confianza»[6]. Más concretamente, estima que existe una «baja confianza» incluso en el signo de la tendencia observada en «fuertes precipitaciones e inundaciones pluviales»[7] como la que ha sufrido Valencia, es decir, ni siquiera se sabe si están aumentando o disminuyendo. Lo mismo ocurre con las sequías.

Hay más. Según el IPCC, «existe una gran confianza en que durante los últimos 500 años se han producido inundaciones mayores que las producidas desde el s. XX en Europa central y el Mediterráneo occidental»[8], es decir, en una época en la que no había calentamiento global (ni periodistas, ni globalistas, imagínense).

Por último, la temperatura del mar Mediterráneo tampoco ha sido un factor determinante por anómala. En efecto, las temperaturas del mar Balear (que baña las costas de Valencia), aun elevadas, se encontraban a finales de octubre de 2024 dentro de la variabilidad histórica para esas fechas (percentil 95) y eran muy inferiores a la temperatura habitual del mar durante otras gotas frías acaecidas en fechas otoñales más tempranas[9]. Son lamentables, una vez más, las engañosas insinuaciones de la AEMET para dar a entender lo contrario.

Por cierto, el supuesto calentamiento superficial del mar Mediterráneo sólo afecta al Mediterráneo Occidental, pues el Mediterráneo Oriental se está enfriando ligeramente[10]. En cualquier caso, el calentamiento del mar Balear resulta inapreciable, pues se estima que la temperatura en superficie se está incrementando a un ritmo de 0,39ºC por década (repito, por década), una variación mínima de cara al ecosistema si la comparamos con las variaciones estacionales de más de 13ºC entre las temperaturas mínimas invernales y las máximas de verano.[11]

La gota fría de 2024 no fue un récord meteorológico
La ciencia ordena los fenómenos naturales extremos en función de sus magnitudes físicas: velocidad y sostenibilidad del viento en un huracán, volumen de precipitaciones y caudal en una inundación, magnitud en un terremoto, y viento y altura de las olas en un temporal en la mar, por ejemplo. Sin embargo, las personas de a pie tendemos a clasificar una catástrofe natural en función de la pérdida de vidas humanas y daños materiales que causa, no en función de sus variables meteorológicas. Esto puede llevar a confusión. Existen fenómenos naturales muy potentes que apenas causan víctimas y fenómenos menos potentes que provocan verdaderas catástrofes humanitarias.

Por ejemplo, el terremoto que asoló Haití en 2010 causó 300.000 muertos con una magnitud 7 en la escala Richter, mientras que el mayor terremoto jamás registrado por sismógrafos, con una magnitud 9,5 (es decir, 5.600 veces más potente que el anterior, dado que la escala es logarítmica), causó comparativamente “sólo” 1.700 muertos[12].

Del mismo modo, el mayor tsunami de la historia alcanzó una altura de 524 metros y arrancó de cuajo árboles que estaban en la ladera de un monte a esa altura sobre el nivel del mar,[13] pero se dio en una desierta bahía de Alaska en 1958, causando sólo 5 víctimas. Por el contrario, la altura máxima del tsunami del 2004 en el densamente poblado sudeste asiático fue de “sólo” 51 metros en el epicentro y generalmente no superó los 10m, pero acabó con la vida de 227.000 personas.

En este sentido, las torrenciales precipitaciones vividas en la provincia de Valencia en la gota fría del 2024 están lejos de ser un récord meteorológico, aunque hayan sido un triste récord como catástrofe humanitaria en nuestra historia reciente. En efecto, alguna estación alcanzó los 491mm en 24 h (1mm=1litro/m2) y otra supuestamente llegó a los 772mm (según la AEMET), cifra enorme, sin duda, pero inferior a la registrada en las gotas frías de 1982 y de 1987, durante las que España quizá vivió las 24 horas más lluviosas de su historia desde que existen registros pluviométricos. En efecto, el 20 de octubre de 1982 cayeron hasta 882mm en Muela de Cortes (Valencia)[14], aunque esas precipitaciones, que provocaron la rotura de la presa de Tous, causaron 40 muertos.

Asimismo, en la riada de La Safor del 3 de noviembre de 1987 se registraron 817mm en 24 h en la estación valenciana de Oliva y hasta 1.000mm en 36h en la estación de Gandía[15], aunque sólo murieron 7 personas. También podrían mencionarse las lluvias torrenciales del 19 de octubre de 1973 en Almería, durante las que se registraron 600mm en sólo 7 horas y hasta 420mm en sólo una hora, causando 150 muertos[16]. En 1973, por cierto, el planeta llevaba casi 30 años enfriándose a pesar del aumento de CO2, tendencia que se revertió hacia 1979.

La realidad es que casi todos los años el Levante español sufre una gota fría (expresión popular adaptada del original alemán «depresión fría de altura») que esporádicamente es catastrófica. Como nos recuerda el meteorólogo Inocencio Font en su magnífica obra Climatología de España y Portugal, «desde tiempos inmemoriales los habitantes de las comarcas del litoral mediterráneo de la Península se han visto sometidos ocasionalmente a los efectos desastrosos de grandes y repentinas avenidas y riadas y consecuentes inundaciones causadas por lluvias torrenciales de inusitada intensidad».[17] Aunque no existieran registros pluviométricos en aquel entonces, sabemos que el 27 de septiembre 1517 el Turia se desbordó y causó centenares de muertos y que el 15 de octubre de 1879 la riada de Santa Teresa (antaño las riadas se calificaban según el santoral) causó en Murcia más de 1.000 muertos.

Finalmente, es difícil establecer una tendencia clara en la pluviosidad de la región. En Valencia capital, por ejemplo, ésta es la evolución de las precipitaciones desde 1937, en la que sobresale la gran inundación de 1957:[18]

Gota fría y cambio climático

El factor humano
Pero si las lluvias de hace dos semanas no fueron un récord en cuanto a precipitaciones, ¿por qué hubo tantas víctimas? ¿Fue por una inevitable catástrofe natural de tintes épicos o influyeron errores humanos perfectamente evitables? Como veremos, más allá del triste azar, la dejadez, irresponsabilidad e incompetencia de nuestra clase política han jugado un papel importante.

El primer factor humano ha sido la descontrolada expansión urbana en barrancos y cauces secos naturales, que aumentó el nivel de riesgo de la población. El terreno urbanizado, además, impermeabiliza el terreno y facilita la riada. Sin duda, podrían haberse arbitrado normas urbanísticas especialmente restrictivas, prohibiendo construir en determinadas zonas o limitando la construcción de plantas bajas y subterráneos. También podría haberse sobredimensionado la red de saneamiento público para facilitar la evacuación de las aguas.

La expansión urbana agrava el error por omisión que supone la inexistencia de infraestructuras hidrológicas adecuadas (cauces y diques) para encauzar las aguas y prevenir inundaciones en zonas de alto riesgo. Peor aún: al menos desde 2007 existían proyectos hidrológicos ad hoc de la Confederación Hidrográfica del Júcar (que depende del Ministerio de Transición Ecológica) que no habían merecido la atención de las autoridades políticas[19], sea por razones ideológicas (ecologistas) o políticas. De hecho, algunos expertos califican lo ocurrido como «un desastre anunciado».[20]

Como aclaran ingenieros de Caminos, si los ríos estuvieran debidamente encauzados, la probabilidad de inundaciones tan dañinas se reduciría considerablemente[21]. Por ejemplo, gracias a la canalización del Turia realizada en tiempos de Franco tras la catastrófica inundación de 1957 (81 muertos), la ciudad de Valencia no ha vuelto a sufrir inundaciones significativas. Luego la desidia e incompetencia de nuestra clase política, que valora las inversiones y el gasto público en función de cuántos votos pueden comprar ―algo característico del Estado de Bienestar― en vez de en cuántas vidas pueden salvar, es un factor explicativo.

Finalmente, el fanatismo ecologista, proclive a impedir el mantenimiento de los cauces y a destruir azudes y presas (en vez de construir más), posiblemente haya contribuido a aumentar el caudal de la riada y a producir un aluvión de cañizo que ha incrementado el daño causado.

La incapacidad de la AEMET
En segundo lugar, la población no fue debidamente alertada. En este caso, la responsabilidad es doble: primero, la AEMET ―dependiente del ideológico Ministerio de Transición Ecológica― claramente no supo prevenir del orden de magnitud de las precipitaciones que iban a darse en las siguientes 24 horas en Valencia, pues su previsión estándar de nivel rojo («en estas zonas se podrán superar los 150-180mm en las próximas 12-24 horas») se quedó muy corta frente a la realidad de más de 700mm. Segundo, las incompetentes autoridades políticas (gobierno autonómico, delegación del gobierno y gobierno nacional) no comunicaron la alerta a tiempo, ni a la población ni a los alcaldes de las zonas afectadas, como ellos mismos han manifestado.

La incapacidad de la AEMET para prever con precisión el nivel de precipitaciones es patente a pesar de la campaña lanzada para proteger a una institución convertida en punta de lanza de la ideología climática. En efecto, la AEMET se limitó a emitir una sucesión de avisos estándar de nivel rojo definidos genéricamente como «riesgo meteorológico extremo (fenómenos meteorológicos no habituales, de intensidad excepcional y con un nivel de riesgo para la población muy alto)», en los que recomiendan «tomar medidas preventivas, mantenerse informado de la predicción meteorológica y no viajar salvo que sea estrictamente necesario». Como ven, no hay ninguna prohibición taxativa ni ninguna advertencia expresa de riesgo de muerte, algo lógico, pues en los últimos 12 meses la AEMET emitió 182 avisos de nivel rojo por distintas causas[22]. ¿Qué diferencia había entre el aviso de nivel rojo de Valencia y los anteriores 182?.

Por otro lado, resulta dudoso que la AEMET previera realmente el nivel de precipitaciones más allá de la rigidez del protocolo (¿Dónde están los mails internos que lo demuestren?), pues el nivel de conocimiento de la ciencia meteorológica ―un sistema multifactorial, complejo, caótico y no lineal― es aún bastante primitivo y tiene amplios márgenes de error, como admite el propio portavoz de la AEMET: «En meteorología trabajamos siempre con incertidumbres, porque la atmósfera es un sistema caótico y no se puede conocer, a ciencia cierta, la cantidad exacta de lluvia que puede caer en un lugar concreto y en un período de tiempo determinado».[23]

Eso es así. Pero si la incertidumbre impide conocer a ciencia cierta la lluvia que caerá mañana en una localidad de España, ¿acaso no supone una deshonestidad intelectual que dicha incertidumbre desaparezca mágicamente cuando la AEMET realiza afirmaciones dogmáticas sobre el clima del planeta para dentro de 100 años?

No se previno a la población
En tercer lugar, tras el aviso rojo estándar de la AEMET, las autoridades políticas no trasladaron a la población el nivel de alerta correspondiente hasta que ya había comenzado el diluvio, por lo que la gente no tuvo tiempo de prepararse. De hecho, hubo residentes que recibieron un primer mensaje de alerta en sus móviles el jueves 31 a mediodía, según me ha relatado alguno de ellos. La responsabilidad aquí recae en la incompetencia de las autoridades políticas, pero el tema es aún más grave, pues la población no sólo no fue avisada, sino que, tras el desastre, fue completamente abandonada por la dolosa inacción (presumiblemente constitutiva de delito) del gobierno de Sánchez[24].

La población no sabía qué hacer
En cuarto lugar, aunque se hubiera trasladado la alerta a tiempo no existe en España un protocolo de actuación que indique a la población claramente lo que hay que hacer y evitar. Dada la regularidad de las gotas frías otoñales en el Levante sorprende que no se haga una campaña de prevención y concienciación pedagógica en medios de comunicación, colegios y universidades.

Cierto es que Protección Civil hace ciertas recomendaciones en el caso de inundaciones: «Evite cruzar por zonas inundadas, tanto en coche como a pie, y abandone el vehículo por la ventanilla si es necesario si el nivel del agua sube o si llega al eje de la rueda o al nivel de la rodilla».[25] También recomienda salir de sótanos o garajes inmediatamente.

En este sentido, la Agencia Federal de Gestión de Emergencias norteamericana (FEMA) advierte con mucho mayor detalle del peligro de intentar vadear o conducir en estas circunstancias, pues la letalidad de las inundaciones es función de dos variables y no sólo de una: de la profundidad del agua y de su velocidad: «Aguas poco profundas que se desplazan a gran velocidad pueden ser mortales independientemente de si se sabe nadar bien o no». Además, el nivel del agua puede aumentar considerablemente en cuestión de pocos minutos, y el agua turbia puede arrastrar objetos sólidos y cortantes, que pueden producir heridas graves.

Según la FEMA, «en inundaciones repentinas el 75% de las muertes se producen por ahogamiento (…) porque las personas infravaloran la fuerza de la corriente o la profundidad del agua durante evacuaciones tardías, intentos de salvamento o conductas inapropiadas. El 63% de las muertes ocurren en vehículos, el 14% en personas accidentalmente arrastradas por la corriente y el 9% en personas que intencionadamente se metieron en ella».[26]

Finalmente, la FEMA deja claro que los riesgos de ahogamiento en inundaciones aumentan «en países no desarrollados en los que la gente vive en zonas proclives a inundarse y en los que la capacidad de alertar, evacuar o proteger a las comunidades de las inundaciones es débil».[27]

Desgraciadamente, éste ha sido el caso de España, país al que su clase política está arrastrando poco a poco, pero con paso firme, al tercermundismo.